Las flores y sus colores. Todo vibra en nuestro universo. 

Cuando vamos caminando por el campo, por un jardín o en una ciudad y nos encontramos con una flor, quizá lo primero que llame nuestra atención sean sus colores. Es en ese preciso instante cuando las flores empiezan a regalarnos medicina, a partir de la vibración de sus colores. 

Los colores son vibraciones de luz que tienen distintas longitudes de onda y gracias a esa variedad de longitudes es que el ojo humano percibe sus diferencias. La densidad del color es proporcional a su longitud de onda. Por ejemplo, el color rojo tiene una longitud de onda de 6.200 a 6.700 angstroms (unidad de medida de la luz), mientras que el color índigo tiene una longitud de onda 4.000 a 5.000 angstroms. Por esto mismo es que experimentamos la vibración del rojo como algo que enraíza, pues es una vibración más densa y, por ende, poderosa y terrenal. Por otro lado, experimentamos el color índigo de manera más suave, debido a su vibración más sutil. 

Los creadores del Sistema Floral de California, Patricia Kaminsky y Richard Katz, aseguran que una buena manera de elegir las flores es “dar aquellas de color rojo-naranja a las personas pálidas, las más radiantes como las amarillas o doradas, a los introvertidos y depresivos. Las blancas que se relacionan con el aura que rodea a la persona, se usan generalmente como remedio para la salud psíquica, y el rosado ayuda al corazón a descubrir la autenticidad de los vínculos”. 

La vibración de los colores aporta distintas virtudes, a la vez que habla de diferentes padecimientos. A continuación, presento una pequeña lista de lo que nos pueden mostrar los colores de las flores, según la visión de los creadores del botiquín Floral de California. 

Rojo: Es el color de la matriz, del vientre materno. Su aspecto positivo lo encontramos estimulante, sensual, placentero y se asocia a la fertilidad. También está relacionado con la sangre, el principio vital y la fuerza creadora. En su aspecto negativo encontramos la ira, la pérdida de límites, la guerra. 

Naranja: Se relaciona con la conciencia temporal, el aquí y ahora, lo sólido, la fidelidad del hogar, lo material, el compartir, la sencillez y la ternura. En su aspecto negativo vemos la infidelidad y la búsqueda de la fidelidad en lo externo, así como el excesivo apego a lo material. 

Amarillo: Este color representa la eficiencia, la claridad y la objetividad. Se asocia al sol y, por tanto, a la figura paterna. Es el impulso y el empujón para la vida. En lo negativo apunta al exceso de intelectualismo, la arrogancia, el orgullo, los miedos, la decrepitud, la melancolía. 

Verde: En este color se encuentra el amarillo de la superficie de la tierra con el color del cielo, por eso se le llama color neutral y actúa como puente entre ambos. Representa el equilibrio, el reposo, la tranquilidad, el balance entre polaridades. En su aspecto más negativo se relaciona con la envidia, la enfermedad, lo incompleto, la locura, lo sucio. 

Azul: Representa lo cósmico, la atemporalidad, los pensamientos, la intuición, la dulzura, la ternura, el conocimiento, lo escrito, lo sobrio y la profundidad de los sentimientos. En lo negativo se relaciona con el desarraigo, la tristeza, el desamor, el dolor, la sospecha y el perfeccionismo. 

Blanco: Es la pureza, equilibra la protección divina, es lo sagrado, la divinidad, los pensamientos elevados, los espíritus desencarnados, la primera infancia y lo sereno. En su aspecto más negativo representa la frialdad, el exceso de espiritualismo que aleja de la vida afectiva, el dolor. 

Así pues, recorriendo un poco las características de cada color podemos encontrar cómo la medicina que entregan las flores esta bañada de la vibración de luz que cada una de ellas posee. 

Recuerda que puedes trabajar con la imagen de la flor o si estas frecuentando a una terapeuta floral y al leer el artículo resonaste con lo narrado, puedes proponerle que quieres experimentar con este preparado floral. 

¡Floreciendo me lleno de vida! 

Melisa Vargas Ojeda 

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